sábado, 28 de mayo de 2016

El Terrateniente

Capitulo 1 "El hombre del traje blanco"


Se tiene en cuenta que los llaneros defienden su tierra como si se tratara de su propio cuerpo, y la leyenda de la Hacienda Matalinda es la mayor representación de ello, cuentan que quien se le acerque desaparecerá y nunca volverá a ser visto, según comentarios, las personas que escaparon de la hacienda solo fueron acompañantes de las víctimas, vieron como perdían a sus amigos. Durante mucho tiempo la leyenda del espanto agricultor se extendió por todas las tierras, desde la capital de Gran Sierra, hasta las Dunas, Nevada de Águilas, la tribu de Hakuos y principalmente a la Gran Sabana. Aun se tiene la creencia de quienes desaparecieron en aquella hacienda, nunca vuelven a ser iguales al sobrevivir y se convierten en esclavos de José, el Terrateniente.

Esa historia aparece en el periódico del Malanguis, a pesar del miedo que causa la hacienda hay un carretero que trae los periódicos al buzón de la hacienda, parece una persona bastante agradable a pesar de ser un Cereton, duendes que consideramos personas de clase baja con una fama de ser extremadamente mujeriegos.

Has notado que esto está escrito como si alguien lo hubiera escrito ¿verdad? Bueno déjame decirte que se trata de ni más ni menos que el Terrateniente, soy el llanero que usa un machete, un hacha y otras herramientas para torturar a sus esclavos, que nunca son vistos por que siempre están bajo tierra, y solo salen en las noches ocultas para trabajar la tierra…

Pura habladera de paja, la gente no me conoce en realidad, mejor que sea así, esas leyendas sobre mi hacen que los federales nunca vengan a revisar este lugar y empezar a molestarme. La vida en una tierra fértil de la Gran Sabana es preciosa, los arboles dorados hacen que menas de oro caigan cada primavera, las grandes aves tricolor crean arcoíris en el cielo, siempre está bien despertar con un cantar de gallos y sentarse a oír el silbido de las aves o esperar que pase un grupo de música llanera en una carreta, animando al corazón, serán melosas pero es agradable para empezar el día.

Paso los días trabajando la tierra solo, con poco ganado y una vieja amiga, seguro es raro para los habitantes de alguna capital como tú, pero desde que se fundó la Nueva Colonización se tienen registros de que los animales tienen la capacidad de hablar, solo los que trajeron de la Gran Colonización perdieron la labia, no se tienen recuerdos de ese lugar, incluso se perdió el nombre original de esas tierras. Es normal ver los animales de gran tamaño en contraste de nuestro ganado aún más pequeño, se dice que los animales crecieron aquí gracias a la gran vegetación del centro del continente, es triste no poder trabajar con esos animales aun, no he tomado la iniciativa para ello.

A pesar de que hay gran cantidad de cosas que no puedo tener, igual prefiero que sea así, me encanta la belleza del misterio, tal vez por eso me emociona que este entre las leyendas como el Mandador. Pero sigo prefiriendo vivir tranquilo en mi campo, hablando con una vaca, que se quedó con las dos patas delanteras rotas y camina como humana, es muy sabia, parece haber vivido muchas aventuras hasta que termino aquí.

Hoy por ejemplo pase el día trabajando la tierra, siempre doy de mi para trabajar la tierra y cuidar los Araguaneys, los arboles dorados y uno que otro Samán que es un árbol gigante bastante bonito, de ellos siempre se ven las aves coloridas saliendo al cielo, haciendo un arcoíris sobre mi bello campo. Cuando termino las tareas voy a descansar y leer el periódico Malanguis, la política y las comiquitas no tienen diferencia, la comparación se me revela cuando hablo con Becerra, le gusta ese nombre, ella dice que maldecir a la gente les garantiza la vida eterna como almas vengativas y además le hace sentir más joven. Si no tengo nada que hacer hablo con Becerra, hoy en particular la encontré de buen humor sentada en la mecedora, enfrente de una cerca que dividía el llano de mis cultivos, en pleno mediodía.

−Con que estuviste trabajando hasta tarde ¿eh? No te gusta Muuuucho ser una pereza− decía la vaca con tono sereno, era una voz tranquila aunque su forma animal confundía.

−E estado todo este tiempo viendo los árboles y la fauna, logro ver la belleza del monte, del pia’so e’ árbol…−

−Pero solo ves lo que te pertenece y lo ajeno apenas lo conoces−

−No quiero nada ajeno, eso es envidia−

−Yo veo tus campos, no por envidia, sino por admiración, y los campos no son tuyos, ellos viven y respiran como tú, no son solo terrenos−.

−Eso que me dices no me cuadra…−

−Tu heredaste esta hacienda, una estructura hermosa con aspecto colonial, con techo de arcilla, paredes de cemento con cerámicas que decoran sus bordes inferiores, con pilares de madera, con cerámica aún más trabajada en todo el suelo de la vivienda… Entre otros detalles que tiene esa hermosa casa…−

−No veo mucho mi quinta…−

−Por qué solo aprecias lo que es fácil de admirar, solo te enamoras de las bellezas que tienes cerca y no tienes miedo de envidiar, no ves la belleza en todo, porque solo ves la belleza de un árbol y sus habitantes, siendo que en realidad estas envidiando la casa decorada de una madera hermosa y flores que hacen un techo de oro−

−Un día al menos aprecia el intento mío de ser buen tipo−

−Te esfuerzas tanto en ser buen tipo, que olvidas quien eres, sobre todo si tu único pecado es un pasado de mujeriego−

− ¡A los catorce años tanta echadera de broma es un logro!− decía el riéndose, como burlándome de mí mismo.

−Pero no ha pasado mucho desde que eras ese chamo, apenas tienes veinte−

− ¡Y sigo siendo un carajito!− exclame con sonrisa jovial.

−Y sigues sin visitar otro lugar, de eso quería hablarte… No puedes auto-sustentarte por siempre Juan José…−

−Mejor vivir solo contigo Becerra, que andar con los que viven en la ciudad, su propio periódico me lo dijo todo…−

− ¿Qué has leído? –

−Espérate hay…− busque rápidamente el periódico en mi casa y le señale el título de primera plana − ¿ves? Dice: Hoy se divide la Nueva Colonización en Celeste y en Piélago− me estaba frustrando al decirlo.

−Siempre habían disputas entre los políticos de Gran Sierra la capital de Piélago, nuestra región y los de la ciudad de Colofón de la región de Celeste, ahora son países autónomos según el periódico−

−Es estúpido, hay miles de ejemplos que te puedo dar, pero no quiero pudrirte el coco−

−Mi mente está llena de mierda, no te preocupes… Pero escúchame, si tú no eres como un espanto, porque ellos deben ser como sus políticos− al decir eso se alejó sin más, le encanta leer los periódicos, ella misma los recibe cuando caen cerca de la hacienda o están en el buzón, ella sabe mejor que yo como son los humanos.

Dure bastante tiempo pensando lo que me decía, veía al sol como si fuera más rápido que el, tenía que ver cómo era el mundo por mis propios ojos, recordé la hora en la que el Cereton aparece entregando el periódico y fui a sentarme a esperarle, cuando llego el me recibió con apatía, aunque no con desagrado, estaba pendiente de una lista que tenía en la mano y una caja que parece tener dinero. Le pedí subirme a su carreta, él era un Cereton, una especie de Duende, se les conoce por ser mujeriegos y usar sus embrujos para parecerse a hombres apuestos, ya que no tienen hembras; el carretero no quiso que me subiera a la carreta, así que intente convencerle.

−Pana por favor déjame subir, tengo que hacer diligencias−

−Nada que ver, si me pongo a ayudar a cualquier extraño el Patricio se enojara conmigo−

−¿Qué es un patricio? – pregunte.

−Es el dueño de los esclavos como yo ¿no te enseñaron nada acerca de historia? –

−Apenas se sobre lo que aparece en el periódico Malanguis…−

−Bueno, por ignorante te ayudare diciendo que desde que se fundó la Nueva Colonia se firmó un tratado con los nativos Hakuos y dejaron de esclavizarlos para esclavizar duendes y otras criaturas que habitaron con los nativos. Así que por ende, tengo que irme− al terminar su última palabra, arregla la carreta y los caballos están listos para empujar la carreta y seguir su rumbo.

−Al menos dime como llegar a la ciudad más cercana− le pedí mientras él contaba su mercancía.

−Bueno, puedo darte la cola hasta la próxima parada, allí encontraras una carreta publica, ella te traerá hasta la ciudad comercial más cercana, pero sigo desconfiando de ti, iras atrás con mis corotos− Me parecía bien, aunque no tanto el hecho de estar rodeado de un montón de utensilios de cocina.

Subí apenas, el par de animales arrancaron sin esperar que me acomode, se veía la Gran Sabana de color amarillento, mi terreno se veía precioso desde la lejanía, podía observar los campos bien trabajados con cultivos de maíz, plátano, guayaba y otros frutos de mis trabajos, no tengo ganado, los grandes buitres se llevan a los animales siempre y Becerra siempre dice –No gastes pólvora en zamuros− pero hacerle caso es difícil. Al perder de vista la última forma reconocible de mi rancho, el carretón se paró y me dejo en medio de la nada con apenas una silla ancha con un techo encima hecho de concreto y arcilla que lo cubría en remplazo de la cerámica.

En la parada no había nadie, estaba solo viendo hacia la lejanía del camino que se pierde en el horizonte, hasta que vi la sombra a lo lejos de una carroza que no se movía con caballos, expulsaba humo detestable, era idéntico a una carroza pero con el conductor usando un aro envés de un látigo. Al pararse enfrente mío logre ver el nombre de Candela y bajo del tenía el nombre de Gran Sierra, llegando se abrió una puerta que me dejo ver al conductor, un compañero suyo estiraba la mano hacia mí, yo ignorante no sabía que quería de mí.

−Disculpe, ¿tiene pasaje? –pregunto el hombre, tenía un sombrero grandísimo y negro que estaba atado a su  barbilla, una chaqueta y zapatos del mismo color.

− ¿Quiere plata? – le pregunte.

−Si no tiene cobre, plata ni real no podrá subir, disculpe− dijo mientras entrecerraba la puerta.

−No tengo nada de eso, solo tengo algunos frutos que llevo siempre cuando me da hambre− cogió un tamarindo y se lo empezó a comer.

−Bueno, puede darnos un poco a cambio, de todas formas no cobramos mucho− Entonces subí a esa cosa, cuando pregunte me dijeron que se llamaba camioneta.

Era muy estrecho el pasillo que separaba a las personas, había desde campesinos y llaneros como yo, hasta aparentes burgueses hablando entre sí, durmiendo o viendo al horizonte como si esas tierras fueran una bella pintura. Como los burgueses veían al horizonte me hizo sentir empatía con ellos, así que trate de hablar con uno de ellos, pero no querían hablar conmigo, intente varias veces hasta que encontré a alguien burgués que, mejor que nadie allí, parecía admirar los llanos.

−Es chévere ver el horizonte ¿no?− dijo con un tono de voz bastante formal y tenía un liquiliqui blanco, a diferencia de mi traje que está sucio y destrozado.

−Sí, es hermosa la Gran Sabana, tiene también grandes misterios−

−Recuerdo los viejos tiempos, era hermoso trabajar la tierra−

− ¿Usted era un campesino? –
−Claro, era bastante pobre y no tenía mucho dinero−

−Ahora parece bañado en plata−

−Cierto, podría decir que es gracias a los celos−

− ¿Cómo así? –

−Siempre envidie a los empresarios de Gran Sierra, la ciudad del fósil, tenían de todo allá y ahora tengo lo mismo que ellos, incluso les hablo con normalidad− sonrió un momento alzando la mirada al cielo azul –pero al ir allá descubrí, todo lo que había perdido−.

− ¿Te refieres a la belleza del llano? –

−No solo a eso, a sus leyendas, a la música del llano y el no saber la verdad−

− ¿Qué verdad? – pregunte interesado.

− ¿Quieres saber cómo funcionan estas máquinas? –

−Claro, se lo iba a preguntar, ¡pana usted es adivino! –

−No, solo fui como tú, un terrateniente campesino, lo sé solo con verle− metió la mano en su bolsillo y de allí saco un hueso negro.

− ¿Eso es un hueso de ganado? –

−Así es, veras los huesos negros son el combustible e este vehículo, usa algo llamado combustión interna, descubrimos que a diferencia de los registros del viejo mundo aquí nos descomponemos muy rápidamente, tanto que incluso nos volvemos fósiles, un combustible muy potente y que debemos el descubrimiento al tipo que confundió un hueso con carbón−.

−Es algo interesante−

−Lo es, eso le dio a nosotros los campesinos mucho trabajo, el ganado se podía usar también para crear ese material tan importante, incluso hay vendedores de huesos por casi todas partes, el problema es que hacer que algo muera en este mundo es muy difícil si no sabes dónde golpear−

− ¿Te refieres a matar ganado? Lo sé, deje de trabajar con ello porque mis cerdos corrían sin cabeza todo el día y se perdían en el llano para siempre, varias veces me encontré con personas heridas gravemente que lograban sobrevivir con hemorragias constantes−

− ¿Sabes que es lo que les pasa a quienes mueren? –

−No empieces a hablar paja sobre leyendas−

−Perdóname entonces hermano del campo, déjame hablarte de las animas, almas en pena de quienes van al inframundo, cuando mueres aquí no llegas allá tan fácilmente, fuimos bendecidos con una vida sana hasta los cien años, los animales no tienen límite de edad, porque ellos no tienen los siete pecados al mismo tiempo, la gente al morir se vuelven cadáveres vivientes o espantos y se dice que desaparecen al día siguiente, sino se vuelven corpo-secos bebedores de sangre humana, unos muertos vivientes que al beber suficiente sangre recuperan el conocimiento y se suicidan o algo peor…− Al terminar su discurso se inició un silencio entre nosotros.

En un momento el que ayudaba a nuestro conductor estaba pasando por los asientos pidiendo el pasaje, mi compañero pago el suyo y el mío estaba pagado, mientras entraba por la puerta del vehículo un señor desarreglado que se paró con un bolso grandísimo, empezó a sacar bocadillos de guayaba, los reconocí apenas con el olor, al acercarse empezó a gritar con algo de lirica en sus versos –Vendo bocadillos de plátano, Guayana y dulces de coco, tres por solo un poco de plata− algunas personas le compraron dulces y luego apareció otro vendedor que pedía lo mismo, cuando se encontró con el otro empezaron a discutir sobre a quién le tocaba esa camioneta.

Hubo una pelea entre ambos hombres, igual de desagradables sus atuendos, parecida su forma de expresarse, misma ignorancia inspiraban sus gestos y modismos. No paso mucho antes de que uno sacara al otro a patadas, alguien los convenció para que se quedaran tranquilos mientras íbamos pasando por una parada, en ella se bajaron muchas personas incluyendo al vendedor de dulces que llego primero, al bajar todos esta lata de sardinas se puso a andar nuevamente. Un parpadeo fue lo único que faltaba para que no te dieras cuenta que el hombre había sacado un trabuco de mano, con arma en mano amenazo al conductor, pero no lo hizo a los golpes, lo hizo con calma y posteriormente paso al lado de cada pasajero, como lo había hecho el ayudante del conductor, ahora aterrorizado y pagándole al asaltante con lo que habían ganado hoy.

Cuando paso por nuestro puesto, no tuve de otra que buscar un hueso de ganado que yo tenía de ornamento bajo mi traje, el tipo parecía satisfecho, entonces se fijó en mi compañero, quien le dio un real, algo con lo que según se pueden comprar hasta propiedades pequeñas, pero el hombre no estaba satisfecho, quería más por lo que su mirada expresaba así que mi amigo le dio un reloj de oro y luego agrego –No tengo más…− el hombre molesto se fue, buscando a alguien más para que le dieran plata y pertenencias.

Luego de llevarse cuanto pudo el hombre se salió del vehículo en la siguiente parada, mientras se iba rayaba con una navaja la pared del autobús como para causar miedo, en ese momento el hombre del traje ajustado que había perdido un real y un reloj me susurro –Gracias a la Santa Salvadora que en este mundo haya gente tan buena− dijo animado –muy pocas veces esa clase de gente no recurre a la violencia−.

Llegamos sin menor contratiempo a Candela, el anfitrión de la carroza sin caballos se veía bastante desanimado, le ofrecí uno de los huesos que yo poseía a ver si podía recuperar algo de lo que había perdido, pero no falto mucho antes de que agregara –con esto no me alcanza ni para las arepas, es muy barato – me fui sin más que decirme a mí mismo –puto desagradecido−.

Salir de esa puerta era como la diferencia entre un campo abierto y un horno de leña, el aire del lugar estaba tan sucio que un fogón prendido dentro de una casa sin ventanas calentando ganado piche o descompuesto, era muy molesto para mí, estaba a punto de desmayarme. En la confusión perdí al burgués que me había acompañado, fui a buscarlo por la ciudad para al menos despedirme de tan buena gente, pero nunca lo volví a encontrar entre tanta gente caminando por algo que le llamaban el Muelle Terrenal, por lo que podía oír entre la conversación conjunta de la multitud que seguía caminando bajo el sol que ardía como si fueran llamas invertidas envés que una luz protectora.

Caminando por la ciudad vi toda clase de buhoneros que estaban vendiendo sus mercancías, me interese mucho en comprar pescado, sal o coco de los agricultores que trabajaban en las costas del norte, pero me limite a observar por falta de plata, no tuve mucho más que hacer que irme a un extremo de la ciudad donde se podían ver los grandes flamencos blancos sobre un hermoso rio vagamente contaminado con algún que otro papel, podía ver un gran samán a lo lejos y una especie de puente sobre toda la escena que estaba en construcción, a pesar de todo no quise seguir observando tal monumento, aun miraba al gran árbol, a los flamencos blancos y al rio que se movía tranquilamente empujando la basura que la ciudad de echaba.

No paso mucho tiempo antes que viera un anuncio de alguien buscando agricultores, decía que darían mucha plata así que fui a averiguar sobre el asunto, tuve que preguntar a varias personas acerca de la ubicación del edificio, hasta que di con una estructura bastante detallada y sin techo hecho de arcilla, sino que tenía un placa fina de algún material que no era capaz de reconocer. Al entrar fui recibido por un hombre bastante apático, que no me dejo hablarle lo suficiente,, al entrar logre reconocer a varias personas de distintas etnias esperando a ser atendidas, desde un misterioso Sombrerón de Celeste, hasta un duende Mommoy reclamando que estén explotando los recursos de su tierra, además de ello estaba algún que otro Cereton buscando pareja o un campesino como yo esperando poder ganar algo de plata.

Me mantuve esperando sentado mientras esperaba a que pasase cada persona, entonces paso el Sombrerón quien decía –soy un granjero de gran habilidad, puedo administrar a los esclavos como un líder guerrero que ha mandado y ganado cientos de pleitos, soy bastante joven y quería poder trabajar para el Consejo de Suministros– mientras el entrevistador estaba observándole, luego de una examinación a su persona pregunto –usted es un Sombrerón ¿sabe? Ustedes tienen la fama de no ser más que espantos, no queremos mala fama en nuestra organización– entonces el pobre hombrecillo que llevaba un gran sombrero se fue caminando lentamente.

Y así seguíamos esperando, nadie era aceptado, le decía al Cereton que no querían problemas con mujeriegos, al campesino que no era lo suficientemente eficiente y al burgués muy flojo, pero la cola seguía muy larga. Decidí irme del lugar y regresar a casa, mientras me iba me encontré con el Sombrerón que habían rechazado, quien se me acerco diciéndome – ¿Por qué te fuiste antes de que te preguntaran? Tal vez pudiste haber quedado allí– a lo que le respondí –si me quedó esperando más tiempo será menos lo que produzca como agricultor, ser de la tierra no es esperar con un idiota a que alguien te acepte como tal, es trabajar como lo harían muchos granjeros– seguido me fui con una sonrisa.

Me quede pensando acerca de lo que la vaca me quería enseñar, hasta que me di cuenta, de que solo quería sacarme de la hacienda, ella siempre habla con anécdotas, pero aun así esto me sirvió como una forma de ver el mundo, posiblemente regrese a vender mercancía para tener el dinero suficiente para pagarle a alguien que sepa cultivar matas de coco y así plantarlas con normalidad. Fui camino a casa en el atardecer, aprecie como nunca la belleza de la ciudad a pesar de estar contaminada de humo, basura y mugre de aparatos mecánicos, podían verse las aves en el cielo y los arboles rodeando la ciudad que a su alrededor también era cubierta por una variada cantidad de monte verde  y vivo. Fui a pie hasta mi hogar, me sabia de cabo a rabo el camino, pero en el mismo me encontré con el hombre del liquiliqui montado en un caballo de color negro, que contrastaba con el hombre de blanca vestimenta.

–A pasado un tiempo– decía mientras se arreglaba las mangas – ¿Qué te ha parecido la ciudad de Candela? –

–Bastante movida y calurosa como era de esperar–

–Espero haya sido de tu agrado, ahora déjame darte la cola hasta la parada en la que llegaste ¿te parece? –

–Claro, de todas formas es mejor que caminar con la barriga vacía–

Entonces me subí a la silla de montar, había espacio para ambos, y echo a correr al animal, los cascos de la bestia sonaban como rocas cayendo en la tierra una tras otra, sin detenerse y con un ritmo parecido a los latidos del corazón. Sobre el recio vehículo viviente podía observar al sol caerse poco a poco mientras empezaban a salir las bolas de fuego de la tierra, cosa que me dio un tema de conversación –La bola e’ fuego, un espíritu en pena que no ha alcanzado la paz, ¿es hermosa la expectativa a verlas cada noche cuando salimos al llano no te parece? – pregunte.

–En verdad que lo es– respondió –pero no hay que ver un espectáculo en quienes sufren–.

–No te sientas así, que posiblemente esto se trate de algún fenómeno extraño que no tenga nada que ver con el inframundo–

–Ya te lo dije, las leyendas son reales, solo son tan increíbles que la gente piensa que algo así no puede existir– expreso con determinación.

–Lo sé, vivo con una vaca que habla, pero no creo poder ver tantas cosas hermosas viviendo en la hacienda–

–Entonces vuélvete buhonero y viaja por el mundo–

–Eso sería una vaina loca– dije sonriendo.

–Más que eso, podrías hacer lo que yo no pude hacer en mi vida, poder ver lo que la gente de Candela ni de Gran Sierra se atreven a ver por miedo–

–Créeme que no soy de hierro, ni tu tampoco–

–No, pero espero que lo sea alguno de nosotros dos algún día– dijo esperanzado.

Al lograr ver la parada me puse a pensar en cómo me despediría de este nuevo amigo, un hombre de personalidad chévere y tranquila como Becerra pero que le encanta hablar de leyendas y mitos y no de filosofías de vida. Llegando a la parada le invite a seguirme a mi hogar, fuimos y le conté sobre cómo era cada colina, cada árbol, cada campo y cada animal que estaba en los límites de la hacienda. Llegando a la propiedad logro ver un mandador  que usa para trabajar, dentro tiene un machete, un hacha y un fusil viejo para el ganado, el resto de herramientas las use hoy para trabajar la tierra y se las deje a Becerra, puse a la bolsa en mi espalda encaminándome con el burgués a mi hogar.

En pleno camino se nos aparecieron unos jinetes que nos rodearon, al verles reconocí al hombre que nos había asaltado en la camioneta, tenía el arma entre sus manos y junto a sus compañeros nos apuntó con el arma.

–Ya se sobre quien eres campesino de mierda, te vestiste como un piaso de mendigo y te juntaste con este chigüire a hablar de negocios– dijo agresivamente.

–Vamos saca toda la plata y los papales– agrego su compañero.

Era una sorpresa para mí estar en esta situación, estaba disgustado y al mismo tiempo paralizado por una fuerza sobrenatural, algo demasiado fuerte que recorría mis venas, posiblemente eso se le llame miedo, pero no es así, no le tengo miedo a nada que respire como yo, en realidad creo que me contagie del aire de esa ciudad, ese aire carente de vida.

Pero mi amigo del liquiliqui se les acerco y les hizo frente a pesar de la desventaja, cuando se les acerco les dijo –olvídense de eso, si siguen robando al mismo árbol no tendrán más que las ramas tiernas– los dos asaltantes le entraron a golpes inmediatamente, dejándolo tirado en el suelo y recibiendo constantemente coñazos,  en ese momento saque mi machete y mi hacha, a lo que ellos reaccionaron apuntándome con sus armas. Ese momento era como cuando me encontré hace mucho tiempo con un puma, mi padre me había enseñado a matar a los animales rápidamente y a esquivar sus ataques, me sentí como aquella vez, cuando murió mi padre y conseguí ser el terrateniente de las hectáreas que rodean la hacienda Matalinda.

El disparo, dándole en el pecho al hombre del traje blanco, volviendo carmesí al hermoso traje y dejando a mi tierra sucia con la sangre de un buen amigo. Trate de tranquilizarme, sin éxito y me lance hacia esos malandros hiriéndolos gravemente, le corte por el hombro al que tenía el trabuco y con el hacha le fracture la pierna al otro, fui lo suficientemente caimán con ellos que los deje vivir arrastrándose hacia el vacío de la noche que recién caía como una lluvia repentina ante nosotros.

Mi amigo estaba ensangrentado y malherido, entonces me le acerque para ayudarle, pero él me susurro al oído –déjame irme caminando por la Gran Sabana– y miro al horizonte agregando –mira, ya puedo ver a quienes han muerto en estos paramos, las bolas de fuego, animas en pena que iluminan los campos, mira los caballos del diablo que han aparecido a estas horas, los espantos que caminan entre nosotros– pero yo solo podía ver las esferas de luz y los caballos en llamas.

– ¿Dónde están los espantos? – pregunte.

–Solo hay tres en este momento, uno te habla y otros se arrastran a la distancia–

En ese momento se ven a lo lejos los dos malandros arrastrándose cuando de repente, cae una sombra gigante del cielo, es un zamuro que venía a comerse la carne podrida de esa gente, en este mundo ese animal es extremadamente grande, pero no lo suficiente como para darles a los dos hombres una muerte lo suficientemente rápida sino que, en cambio con un pico más grande que el cráneo le arrancaban las tripas poco a poco de abajo hasta arriba.

–Como te dije, nosotros estamos malditos con la bendición de una vida muy sana, pero estamos condenados a ayudar a otras especies a crecer a costa de nuestra carne–

– ¿No puedes esconderte? –

–Me volveré un corpo-seco, para evitar todo el rollo de ser un monstruo, prefiero caminar por el llano, acompañado de mis compañeros, a quienes salve de la fauna salvaje solo para que me dijeran lo mismo que ahora te digo a ti mi amigo– dijo con la cara triste –ahora déjame pedirte perdón por ser parte de quienes mataron a tu padre– me quede en blanco –pero no te preocupes, moriré tranquilamente como lo hizo tu recuerdo de el–.

Entonces el hombre se perdió al horizonte, nunca supe su nombre, entonces regrese a mi hogar con todos los cultivos tan cuidados como los deje al irme al pueblo, vi a mi amiga la Becerra y cuando me le acerque me dijo –No has aprendido nada–

–Nunca lograre comprenderte– le respondí.

–Es que, acabaste con la vida de dos hombres–

–Tenía que hacerlo, tenía que dejar de ser como los del pueblo–

–Ellos son así no solo por pereza y miedo, lo son porque si intentan resolver las cosas como tú lo has hecho, su mundo se llenara de violencia. Pero igual te voy a perdonar– dijo –así te enseño a ser mejor hombre mañana y te mando de nuevo a que veas el pueblo–.

– ¿Para que querías enviarme allá de todas formas? –

–Para que veas que allá hay algo más que esta tierra que pierde la belleza en la noche, quiero que viajes por el mundo de alguna manera para que puedas cumplir tu sueño–

– ¿Qué sueño? –pregunte.

–Hace tiempo me dijiste: Quiero ser tan sabio como tú–.

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