A mí me gusta escribir cuentos con finales felices,
pero también con finales en que muera el protagonista y alguien salga
beneficiado, pero sobre todo me gustan los finales a los que no les importa
nada de lo anterior y prefieren atar todos los cabos sueltos antes que servir
al lector; en este caso solo habría un cabo suelto.
En este cuento cariñoso será un final feliz, ya que lo
escribí por primera vez hace años, la primera vez en mucho tiempo que estuve
feliz en 2012...
Alma de Sakuya
Era
cada día una rutina, despertar con el pie izquierdo, dar un breve bostezo, la
luz de la ventana iluminando al ojo; un día inalienable, vestirse, comer y
preparar el morral. Así es como el veía y cumplía cada día, un chico eléctrico
y animado, pero sereno como su nombre, Raymond era el, rubio y bonachón, un
pre-puberto que le encantaba la música, desde tocar instrumentos de forma
arcaica, hasta jugar a ser un guitarrista en sus videojuegos y tararear de
camino a todas partes, incluida su escuela.
Como
todos los día, estaba atrapado entre las maquinas, robots más que humanos, con
el clima ardió del campo chocándole en la frente, atendiendo a las necesidades
primitivas, comer, caminar, estudiar trabajar y entretenerse de muchísimas
maneras. Era la tarde de ese día, estaba disgustado por el trato ajeno,
arrojaba sus prendas con furia hacia la puerta de su cuarto haciendo un
alboroto, se lanzó a su cama como un trapo maltrecho, indignado pero triste,
con cansancio por el esfuerzo físico. Después en la noche, apenas escondido el
sol, escuchaba de repente una voz tierna, dulce pero desconocida, sentía como
unas manos lo agarraban por detrás. Casi da un grito, cuando la voz era
calmada, su madre era médica y trabajaba hasta tarde, nadie oyó nada.
Asustado,
trato de escuchar mejor esa voz suave como el algodón pero femenina, se calmó y
logro apreciar sus brazos chicos y tiernos como su hablar; el chico se acercó
cuando ella le susurro algo al oído –No tengas miedo, por favor ayúdame…
–Estaba rogándole al chico.
El
pequeño Raymond trago su miedo y se armó de valor para dar la media vuelta y
ver quien era ella, al verla con la leve luz de la luna, se percató de sus ojos
pequeños y claros, el pelo liso y la piel pálida, que combinaban con su tierna
pijama de color blanco, con grabados de animales bonitos que ella vestía. Pasando
un momento ella se alejó y se ocultó en la sabana, él se puso a un lado de la
cama que rechinaba con su peso, pero no con el de ella, extrañado la miro
mientras se ocultaba con las manos inclinadas en el borde de la tela como
garras de gato, la interrogo con la voz serena y tranquila para no asustarla
más – ¿Cómo te llamas?
La
chica estaba más asustada que él, ponía las manos en la cobija como si fuera
una pequeña minina, solo logro hablar con el mismo tono, agudo y tierno –Me
llamo Sakuya, no sé dónde estoy… –Dijo con timidez.
Extrañado,
el joven inclina la cabeza, nunca había visto alguien tan tímida, pero se
notaba su fortaleza, por alguna razón el sentía eso. El solo logro convencerla
de que no le haría daño, eso logro tranquilizarla pero seguía cubriéndose en la
seda colorida y arrugada. Esa pequeña le pidió si podía pasar allí la noche, el
asintió, no era malintencionado a pesar de provenir de una ciudad de mente
cerrada y vulgar, para la niña lo más preciado seria dormir sin miedo.
Al
día siguiente despertó solo por inercia, como si estuviera programado en su
psique, ignoro lo sucedido y tomo de nuevo la rutina, se lavó, vistió y comió,
el bulto estaba preparado ya y se dirigió a clases. Este día fue mejor y
tranquilo, pero seguía deprimido, no se llevaba bien con las chicas, era
ignorado por su actitud enérgica y alocada.
Llegando a casa empezó a
recordar, subió y se desvistió casi por completo, cuando oyó un grito, el susto
fue de impacto, pero noto que era Sakuya otra vez, pero estaba sentada en medio
de su cama con las manos pequeñas e inclinadas sosteniendo la sabana; el chico
le pidió disculpas, y ella le rogo que se sentara a un lado de la cama.
Después el chico estaba más
que nervioso, la chica lo jalo para que viera junto a ella el televisor
apagado, la pequeña se le acercó al oído y le hizo una petición – ¿Jugarías
conmigo? –El pequeño no podía soportar la voz tierna y agradable, no podía
negárselo era la cosa más adorable que había visto.
Sonrojado y aliviado por
poder verla sabiendo que era una niña y no otra cosa, este le mostro una pelota
de playa, pero ella no quería jugar a la bola; después trajo una perinola, la
uso un momento pero a la niña no le gusto; lanzando un suspiro se acercó al chico
y lo sentó en la silla de su habitación y ella busco otra que tenía apoyando la
puerta, ya sobre su silla saco una guitarra de simulador del gabinete para él y
un mando para ella, Raymond estaba confundido, no le prestó atención a la chica
y coloco el disco de su videojuego favorito en la consola que tenía guardada en
el gabinete, esta chica se molestó pero él seguía jugando, de repente en un
momento ella se unió al juego, lo que lo sorprendió y trato de ser bueno con
ella y no mostrarle sus habilidades, como arrogante prematuro; pero se tragaba
el orgullo cuando ella jugaba mejor.
Cuando vio que ella le
gustaba jugar con él, se emocionó y empezó a hablarle, tenían mucho en común y
estaba alegre, al rato se dio cuenta de que no era como otras, era ruda pero
tierna, aunque era poco femenina eso no le quitaba el gusto de estar con ella,
pero más allá de hacerla menos agradable, era la persona más dulce que había
conocido, aunque a veces era alguien muy cruel con sus respuestas a la hora de
jugar; para mostrar que tan bien jugaba, montaba un pie en la silla y ponía el
mando bajo su rodilla mientras aun tomaba el control con las manos y sacaba la
lengua. El infante estaba más que feliz, tenía una gran amiga, mas allá de
asustarse el porqué de su aparición, o de si pudiera querer algo, robarle, el
seguía jugando con ella, salían del cuarto corriendo por la gran casa, se
divertían con las escondidas, con el juego de la ere y atrapado; ella era a
veces dulce como el azúcar en ocasiones mala y agria, pero era sincera, quería
volver otro día para jugar de nuevo, él estaba muy contento, por fin había
conocido a una buena amiga que tenía sus mismos gustos.
Como se llevó muy bien con
la niña, era obvio que quería presentársela a su madre y poder jugar con ella
otra vez, claro ocultándole eso de que la conoció una noche; cuando quería
encontrar a su madre no estaba, ambos se extrañaron pero ella tenía que irse
por alguna razón –pensaba el–, pero era obvio que era tarde y el con la energía
inagotable no lo noto, la acompaño a la puerta y ella le agradeció dándole un
abrazo y después un golpecito con sus manos pequeñas.
Recordaba las risotadas de
su amiga, creía que era un sueño hermoso, no se percataba de la extrañes del
momento; él era inocente, no pensaba que tenía malas intenciones ni que alguien
pudiera estar usándola para llevarse algo de la casa mientras su madre no
estaba. Estaba más enérgico que nunca el día siguiente a pesar de haber estado
tan tarde en la noche, por suerte estudiaba en la tarde, por eso no tuvo
problemas para dormir, la mama había llegado en la mañana, a él no le importaba
era feliz y no se tomaba nada en serio incluso ningún insulto a pecho, su aura
era contraria a los que lo rodeaban, tristes y amargados, maquinas antes que un
ser vivo.
Esperaba ansioso la noche,
trajo chucherías, bebidas y todo lo que su voz aguda y avariciosa pudiera
extraer de su adinerada madre que ya enloquecía por lo pedante de sus reclamos,
–pero al diablo– pensaba el muchacho, no le importaba era alegre como en
navidad esperando ansioso a su amiga. Al llegar la noche estaba muy triste
porque estaba tan ansioso que al ver que no llegaba… – ¿Espera que era eso? –se
preguntaba a si mismo cuando escucho algo crujir en su ventana. El susto y la
felicidad se fundieron en una aleación como cobre y estaño cuando vio a su
amiga subiendo hasta la ventana por las ramas de un árbol, a él le gustaba
mucho la ropa que vestía ahora, ya no era blanca era oscura estampada de
animales malignos en la camina de color claro que se veían mas arcaicos que
temibles, la bata que traía la noche anterior la tenía atada a la cintura como
una falda pero tenía pantalones rasgados hasta las rodillas; recordó entonces
verle la ropa oscura debajo de la bata, ella vestía lo que era, oscura pero
cariñosa. Al apreciarla noto que se estaba cayendo, la atajo cuando caía, era
tan liviana que él se creía un físico culturista, pero de una patada alta y
coreografiada recibió un golpe de ella cuando pensó en otra intención, el
pequeño se disculpó a más no poder y fueron a jugar nuevamente.
Dos niños, preparándose
para desvelarse jugando, ahora ella y el jugaban toda clase de juegos,
virtuales como reales, incluso en un punto jugaron a la pelota, él se sentía
muy a gusto porque quería ser rebelde y no contarle nada a su madre, juntos
como amigos sin pensar en otra cosa, Raymond era un niño, no malpensaba ni se
atrevía a ser un pervertido, se lo imaginaba y vomitaba en una versión
caricaturizada de el mismo en su cabeza; a su vez la niña estaba muy feliz,
estaba sola, no recordaba a nadie ni a nada, solo sabía jugar, hablar y reír.
Esa felicidad, de ser niño y disfrutar sin malos pensamientos ni susurros que
te hicieran caminar por el mal camino, incluso la niña que sabía más de esas
cosas disfrutaba de estar con el chico por muchos días haciendo esta nueva
rutina, el niño despertaba desvelado pero feliz, trataba de ser buen alumno por
primera vez para que su madre no se enojara cuando le dijera que Sakuya lo
visitaba por la noche; era inteligente, sabia muchas cosas pero era muy
fiestero y animado, el sabia sobre el casamiento, el sexo y todas las cosas que
se debe saber sobre la vida para no cometer errores, es decir, era un hijo de
una médica, sabía mucho de estas cosas por lo que pensó que no había problema.
Con el tiempo el chico se enrojecía
mas con la aparición de esta chica, quería recibir más sus tiernos abrazos y
caricias que tanto imaginaba, estaba enamorado de ella, no por su belleza ni
por su físico, que era considerable para una niña de nueve años de edad, un par
de años menos que él; pero eso no le importaba, la quería como novia, porque
era tierna agradable y como ninguna, su inteligencia era increíble, aunque en
ocasiones era algo molesta al hablar, pero lo bueno que daba le dio muchos
deseos al pequeño de tenerla como esposa y ser cantantes o músicos; era un
niño, no creía que su madre lo viera como algo malo. Una noche decidió darle un
peluche de una oveja que a él le regalaron hace mucho tiempo, ella estaba
confusa pero agradecida, era una oveja negra con ojos serios y triangulares,
tenía sarcillos y las pezuñas más negras que la lana; pero tenía otro detalle,
en el cuello tenia atado una nota que decía – ¿Quieres ser mi novia? –El chico
vio la reacción de ella y le agarro la pierna pero ella lo evito, entonces se
arrodillo el rogándole que le dejara ser su novio, tenía una voz muy aguda pero
adorable, era un infante su voz no era como la de un adolecente; le suplicaba y
le ofrecía todo lo que el tenia para que fuese su pareja, estaba llorando todo
sonrojado y temblando con ojos húmedos que se notaba más por el cabello albino
y piel clara.
Ella estaba riéndose y le
acaricio la cabeza un par de veces, le dio un beso en la frente, ella le
respondió dándole un leve golpe en el hombro y decía –Claro, pero deja de ser
tan llorón o será peor cuando termine… –Él estaba más que contento, le pidió un
abrazo y ella no se negó, juntos ahora seguían jugando pero ella estaba entre
las piernas del chico sentada en el piso ambos jugaban con la consola por
horas, no les importaba más nada.
Solo un par de semanas
bastaron para que la madre, ya con otro turno de trabajo, pudiera observar que
es lo que hacía el niño; al principio cree que tiene una amiga imaginaria pero
todo cambia cuando la sabana lo arropa solo y el mando flota en el aire frente
a él, incluso podía notar como la consola respondía sola y los demás objetos
también. Pensó en un montón de teorías pero por fin logro tomarles una
fotografía, el terror la lleno desde los pies hasta el cuello, había una niña
con ropa oscura y piel pálida en donde con sus ojos no veía nada más que una
habitación y su hijo. El chico se da cuenta de lo ocurrido, y la buena chica lo
deja solo con su mama, la madre le muestra la foto a su hijo que estaba muy
asustado por la reacción de la madre, entonces cuando ella pregunto – ¿Tu sabes
quién es ella? –Lo que contesto le helo la sangre –Es mi novia mama, se llama
Sakuya, ¿puede venir?, estaba aquí cuando tu no estabas…
La mama no regaño al niño,
le dijo que estaba bien pero que dejara que ella viniera a la sala y por la
puerta para que ella la pudiese ver; así fue entonces llegando semana santa, la
niña llegaba y la madre de Raymond fingía verla, cuando no la veía decía que no
tenía buena vista para no asustar a su hijo, mientras en secreto la misma madre
pedía ayuda a curas, sacerdotes y videntes; el niño era bueno a pesar de todo,
ella no le quería quitar su primer amor, así que le decía que un monstruo
horrible se metía a la casa y que su novia y el corrían peligro. Con el tiempo
perdía las esperanzas y el hijo seguía convenciéndola de que Sakuya no era mala
influencia y que no estropearía sus actividades, de echo le ayudaba con sus
tareas de vez en cuando, trayéndole los libros y cuando el escribía, ella
tocaba la música jugando con el simulador.
Perdía las esperanzas
cuando a veces le decían que el espectro era oscuro, no era malvado decían
algunos verdaderos videntes, pero la madre era religiosa y empezó a creer en
los simoniacos, entonces acudió al brujo del pueblo, era santero pero de la
mala clase, era malo y tenía malas intenciones con la gente; hizo un ritual
para sacar el espectro de la casa, pero no pasó nada en la tarde…
Después en la noche el niño
jugaba con su novia y se dieron el primer beso en secreto, estaban en el patio
pero él no la sentía, se asustó, ella también; nunca se tocaron realmente, el
sentía la brisa con sus golpes y el polvo cuando la cargaba, no creía que fuera
algo malo, de echo era tan incrédulo que pensaba que él era demasiado fuerte y
que ella era tan débil que no sentía ni sus golpes, tan solo una vez cuando la
atajo aquella noche, recordó que fue la rama que se rompió sola cuando el había
jalado. Pero eso no fue lo que le llamo la atención, en ese momento una sombra
salió detrás de su querida, sintió un horror tremendo cuando ella grito siendo
levantada del suelo por el monstruo, él estaba muy asustado, pero seguía en su
mundo de fantasía consiguió las cosas que habían dejado los sacerdotes la noche
anterior y se las arrojo al demonio, o lo que pensaba el que era un diablo
gigante, se notaba que le hacía daño pero él estaba asustado y marcado por lo
que trataba de hacerle a la pequeña, al final ella logro zafarse y correr a la
casa que, como sabemos estaba bendecida hasta las paredes por los anteriores
benefactores, ahí se sintieron a salvo y la chica sentía mucho afecto por
Raymond que a pesar de no haber sido quien la salvo, al menos trato de
ayudarla.
A la mañana siguiente el
jovencito le conto todo a la madre y el horror la había invadido, sabía que era
culpa del santero, fue a la casa familiar del llamado señor Smiler, pero estaba
más horrorizada de saber que el señor no era dueño de esa casa, y mucho peor
aún, la familia de santeros que estaban allí no conocían a tal hombre; ella fue
a su casa y abrazo a su hijo pidiéndole perdón y suplicando que trajera a su
novia para también disculpársele, ella pareciera que no estuviera pero salió a
pesar de ser de día a la sala, se acercó y cumplió la petición, la madre estaba
angustiada cuando sintió a la niña, pero no quería que su hijo supiera la
verdad.
Aunque no quería decirle,
la mama espero un día más para decírselo cuando vio que trataba de darle un
beso en la mejilla a su novia, fue a su cuarto de día y empezó a hablarle que
ella no era más que un alma atormentada que quería aprovecharse de el para
estar en este mundo, que ella trajo todos las bendiciones para que ella se
fuera, incluso se sinceró y dijo que ella trajo al monstruo, la niña estaba
allí escuchando, el chico estaba más que perturbado.
La madre exclamaba gimiendo
– ¡Ignora su belleza hijo mío!...
El gritaba – ¡No la quiero
por que sea muy bonita!
Ella lanzaba alaridos que
podían entenderse como palabras – ¡No caigas en la seducción ni por su cuerpo,
ni por sus halagos!...
El hablaba con mucho valor,
por primera vez le respondía a su madre, pero no con un tono alto, sino con voz
leve y breve –No la quiero por tener buen cuerpo…
La mama estaba muy
confundida hasta que su hijo se paró y ella arrodillada se puso al nivel del niño
solo porque él se había levantado, toma a su mama de los hombros y le decía –La
quiero por que fue mi mejor amiga…
La madre más que conmovida
los dejo en paz, pero Sakuya al llegar la noche estaba llorando en una esquina
y él estaba muy extrañado, no quería hablarle, respondía de mala manera y
cuando no le decía que se callara empezara a susurrar –No estoy muerta, no
estoy muerta… –una y otra vez, él estaba muy deprimido por verla así pero a él
no le importaba la abrazo por la espalda aunque no podía apoyarse de ella, puso
sus brazos pequeños en el muro y la confronto cara a cara con una sonrisa para
darle ánimos, a todo esto decía –No te asustes, me gustan los fantasmas, es
genial que tú lo seas –Y la beso en la cabeza aunque era transparente a la luz de
la luna.
Ella estaba muy feliz, él
vivía aun en su mundo fantasioso, pero un buen día ella trato de salir con él a
la calle para usar la bicicleta que el gustoso le dio permiso de usar, era de
día y a ella le quemaba el sol, así que el tomo una cortina y la cubrió a ver
si podía salir, poco a poco iban en la bicicleta paseando, él no podía sentirla
en su espalda pero si oírla y verla aunque fuera muy opaca a la cortina, eran
felices hasta que la cortina se voló, lo único que recordó el chico fue el grito
de ella cuando desapareció. En la noche estaba buscándola y al encontrarla por
fin estaba en el baño de la casa, húmedo y con niebla porque ella trataba de
lavarse las manos, la cara y el pelo, pero el agua ni se levantaba, solo se
evaporaba un poco, algunas veces se congelaba; el tomo el agua y la ayudo a
lavarse la cara que no recibía el líquido, ella estaba triste y seguía
repitiendo –No estoy muerta…
Él estaba angustiado y
asustado, ella lo noto y empezó alejarse enunciando una y otra vez esa frase,
no paraba aunque su novio trataba de ayudarla pero después de discutir como
adultos contradiciéndose el uno al otro, ella lanzo un grito muy fuerte y muy
grave, era como si dos bestias gritaran en una cueva, sus ojos se pusieron
negros, su piel pálida hasta la putrefacción, olía muy mal y su pelo se había
alborotado; esto asusto mucho al chico asiéndole pensar que su madre tenía
razón, pero casi al salir de la puerta vio que ella fue frente al espejo
viéndose a la cara, ahora su voz tierna habia regresado pero ya no era como
antes, no era energica, no era suave ni susurrante, estaba en serio llorando y
gimiendo del horror, ella vio al espejo y dio un último grito antes de
desaparecer, el chico quedo marcado con lo que escucho, más que asustarse, la
furia lo invadió, lo que alcanzo a escuchar fue –Hermano, dijiste que no me
dejarías morir por que te meterías en problemas ¿entonces preferiste eso a que
ayudarme?...
¿Un hermano? ¿Quién sería?
Humano no es…
Cruel hasta llegar a lo
diabólico e insensible…
Mentiroso y vulgar, creía
el…
Los pensamientos lo
llenaban cuando era de noche, su madre lo acudió al escuchar el grito, pensó
que lo que ella pensaba era verdad pero su hijo le contó lo sucedido.
Además de haber sabido que
su hijo tenía razón vio que estaba muy deprimido y no quería hacer nada, ni
estudiar, ni jugar, de echo había guardado su consola para no usarla y no
acordarse de ella, tan tierna y sincera, cruel pero justa, pequeña pero grande,
no tan bella pero si muy agradable.
¿Otro día más? Pensando en
el mañana, fue a apoyar a su madre al trabajo, el monstruo que él conocía…
¿Seguía en la casa? Se preguntaba el, no le interesaba su madre dijo que el
ente ya no estaba porque ella busco ayuda rápido, pero eso no lo alivio por que
tan bien sentía que su madre trataba como un “ente” a su amada, estaba
deprimido angustiado, revisaba los pacientes del hospital.
Samanta Crew 45 años…
Dorothy del Carmen 19 años…
Carlos Angostura 56 años…
Abigail Torrealba 15 años…
Fionna Snowy 11 años…
Sus ojos estaban moviéndose
como un reloj, volviendo al texto, pensó entonces, vio que era ella, igual solo
tenía otro color, fue a la sala en donde estaba, el creía todo en cámara lenta,
su madre lo buscaba, el creía que lo iba a regañas vio atrás pero siguió
adelante, se caía por el piso lavado…
Se levantaba y recordaba su
cara de alegría, era idéntica, fue corriendo no le importaba el dolor de du
brazo, estaba emocionado, el corazón le latía fuertemente por imaginarse que
ella pudiera estar a punto de morir, recordó lo que hizo esa mañana, se
levantó, baño, vistió pero no comió, sin desayunar estaba a punto de desmayarse
se creía un pequeño héroe pero daba pasos largos uno tras otro, derecho,
izquierdo, derecho, derecho…
Perdió el conocimiento, despertó
en una cama, el ventilador estaba arriba y su madre a un lado de la cama, pero
había alguien más…
Una sábana cubría a un
cuerpo en otra cama, el cuerpo tenía ojos pequeños, piel clara pero no pálida,
pelo negro y liso, figura pequeña y bien formada…
El chico comió algo antes
de levantarse y la madre estaba sonriéndoles y diciéndole – ¿Es ella verdad?...
Era idéntica a la foto que
ella tomo aquella noche, ¿estará muerta en coma? ¿No despertara nunca? ¿Será
ella en verdad? Todo pasaba por su pequeña cabeza. La madre respondía su madre
directamente refiriendo a que casi murió, lograron revivirla, no era grave el
daño así que pronto se repondría pero escucha todo lo que le decían…
Él no dormía, apenas comía,
se lavaba las manos y cara…
Él tenía la misma ropa
todos los días…
El esperaba todos los días
hablando con ella y poniendo su música preferida, ella sonreía, el también…
Pedía a su madre que
trabajara tarde para poder estar con ella, era una madre de mente abierta en un
pueblo de mente cerrada, los dejo estar juntos por un par de días…
Por fin había abierto los
ojos él se emocionó, le acaricio la cara y le dio el peluche que le regalo
cuando se declaró ante ella. Lo miro a los ojos, estaba sonrojado como una
fresa, la madre de Raymond lo saco y se resistía, pero al salir ella también
salió, la mama del chico de hablo diciendo que la madre de Fiona venia en un
rato…
Él se arrodillo ante la
niña y le pregunto – ¿Me recuerdas?
Ella estaba confundida,
pero logro responderle –No te conozco…
Las palabras entraron como
un cuchillo a su pecho…
Un cuchillazo le inclinaba
la vista…
Otro cuchillazo y humedecía
los ojos…
El último cuchillazo lo
pondría a llorar pero el filo fue detenido antes de clavarse en su pecho, un
abrazo, algo le cayó encima, era pesado y muy suave…
Una voz tierna como el
algodón que el sentía, un beso en la frente y un golpecito en el pecho artífice
de una mano pequeña como la zarpa de un gato…
–Era broma… –Expreso con
maldad, dejándolo perplejo, entonces se lanzó hacia ella riendo y llorando…
El vio su camisa que decía
Sakuya, entendió entonces, se alegró por fin y se le presento a la madre de la
chica, el joven era calmado, tierno y amable. Ya no era tan enérgico y quería
estar con Fiona…
¿O es Sakuya?...
–Es Fiona Snowy… –afirmaron
al unísono…
Era un alma dulce y
sincera, él era un alma eléctrica y calmada, alegres ambas, casas distintas; se
levantaban con el pie derecho, se bañaban, se vestían, comían y salían a la
calle; cada uno con una bicicleta escuchando música paseando con el sol
ardiendo pero bello, aunque no podamos verlo directamente…
FIN