jueves, 16 de junio de 2016

El Terrateniente Cap 2 "Lo que abrazaba al Saman"

Recordando los viejos tiempos, aun en el pasado contándolo en el presente. Eso es lo que hacemos los habitantes de Caelum, quienes llamamos a esta tierra de varias formas, como Pureza o Gran Mar, pero la gran mayoría le dice así, yo simplemente le digo hogar. Estaba en un bar para comprar algo de aguardiente, cualquier cosa que no sea cerveza ni familiar del trigo, preferiblemente caña, me acerque al tabernero quien, se había ido atrás a buscar mercancía, ya que el sitio estaba lleno de borrachos que no salían a rascarse afuera como un llanero decente. Cuando me senté a esperar pacientemente se me acerco un Ceretón, él era quien se acercaba a veces a mi hacienda, él era pequeño comparado conmigo, tenía la nariz larga y las orejas también, con un par de aretes con forma de cilindro incompleto, su barba cubría los bordes de su cara con una punta en la barbilla y otras dos cerca de donde comenzaba la oreja, vestido con un saco gris, una camisa blanca manga larga abajo y unos pantalones de vestir.
Se me acerco el hombre duende, borracho y con ganas de echarme un cuento, algo que era muy rutinario pero a la vez bastante agradable. Hablaba entre ronquidos y apenas se le entendía el habla, hasta que logro decir un par de palabras −…a… Amigo acércate que te echare un cuento− a veces creo que tengo omnisciencia. Espere a que empezara.
−Era una vez que andaba por el llano, iluminado solo por la luz de la luna y las Bola e’ fuego, animas que se manifiestan como bolas de fuego en la noche−
−Eso ya lo sé− interrumpí.
El me miro con impaciencia pero siguió narrando –Estaba camino al occidente cuando me adentre en lo profundo del monte, allí empecé a caminar sin rumbo hasta que llegue a una casa, donde se podía ver que ya había sido afectada por la Combustión. Había rastros de cuerpos carbonizados desde dentro de sus cuerpos y carne seca que había sobrevivido a la combustión espontánea…−.
En Caelum se inició una terrible enfermedad, aunque no es un virus ni nada parecido, es simplemente que la gente aparece quemada desde dentro, como si fueran consumidos desde adentro mientras poco a poco se vuelven ceniza y carne seca como la corteza de un árbol.
−Entrando a la casa de madera que ahora estaba ennegrecida y cubierta de polvo que, según mi experiencia, es de personas que han sufrido de la epidemia, el interior parecía hermoso a pesar de que los muebles estaban calcinados y los corotos era lo único que podías apreciar, y créeme que un buen plato dice mucho de la casa en donde este. Volviendo al asunto, la casa estaba desierta pero los cuerpos habían desaparecido, o eso creía hasta que llegue a un cuarto donde había un cuerpo de una mujer, que parecía ser muy vieja pero hasta podía ser una niña, estaba seco como si algo lo hubiera drenado, podría haberlo confundido con un cadáver que llevara un par de meses, pero ya he visto cadáveres en los campos del llano que incluso han sido devorados por zamuros, pero este estaba consumido por la mordida de algo que no podía distinguir−.
Paro el relato un momento porque había llegado el tabernero, así que pidió un par de cervezas, a lo que proteste y dije –no me gusta la cerveza pana, mejor dame caña− el buen hombre me entendió y le pagamos el Ceretón y yo.
−Continuando con lo que te decía, sentía curiosidad por saber que había sucedido realmente en esa choza, así que continúe revisando cada rincón a ver si hallaba alguna vaina, pero no encontré nada que me demostrara algo además del incendio. Me aburrí después de un rato y busque la salida a alguna carretera, en la oscuridad de la noche con el monte hasta el cuello y culebras sonando en la pepa del oído, en ese momento me sentía observado por algo que no era simplemente un fantasma imaginario, sentía que algo me veía y deseaba acabar conmigo…− Increíblemente había recuperado la sobriedad interrumpiendo su relato e invitándome a seguir hablando afuera, parecía ser alguien bastante amigable para ser un Ceretón, el ambiente del llano iluminado por llamas lejanas era muy bueno para que te afectaran más los cuentos y la caña.
…Mas temprano que tarde –continuaba narrando− escuche su respiración a mi lado, tal vez sea por la paranoia de ser robado por alguien en la noche, pero sea lo que fuera no parecía algo que quisiera beneficiarme, así que me aleje hasta un árbol cercano, un samán que de día daría sombra a mi cuerpo pero ahora me serviría para treparlo y ver mejor el lugar. El primer pie sobre el tronco seco pero aún vivo del árbol apenas se resbalaba, trepe fácilmente ya que por mi suerte él era muy joven, pude reconocer la casa abandonada cubierta por el monte y vainas entramadas por las ventanas rodeadas de muros de arcilla carbonizados cubiertos por la lluvia con un techo también de arcilla, solo conservando belleza en el suelo de cerámica que de todos modos está sucio por la ceniza. Entonces oí un susurro −estou sedento−, con lo que me caí del árbol sobre una culebra que murió en el acto, se podría decir que soy tan guevón que mato culebras sin esfuerzo –se rio un momento, pero la risa parecía falsa –no quede inconsciente, hubiera sido un gran alivio no estar despierto para entonces, porque en ese momento pude observar que parte de la corteza del árbol se movía y desprendía lentamente con forma antropomórfica, por lo que corrí mientras pude en dirección contraria al samán esperando no ser cogido por lo que fuera esa cosa, corrí hasta llegar a un rebaño perdido de vacas, las cuales no fueron lo suficientemente avispadas para seguirme y fueron agarradas por esa criatura, a la que le pude ver la cabeza de cadáver deforme con dientes afilados mordiendo a la ternera como si fuera una culebra, se había sujeto mientras parecía chuparla mientras poco a poco la vaca se parecía a la carne de res quemada, y el pasaba de tener la piel seca como un tronco a cuero sin curtir.
El miedo casi me posee, tuve que seguir huyendo hasta que por fin encontré a un carretero, me le acerque para pedir auxilio − ¡Ayúdame que me persigue un bicho chupasangre! – y el, con la cara apenas visible, con un traje de cuero negro y una voz grave pero también lenta respondió –Yo no me creo cuento de Ceretón, mejor explícate y cálmate si quieres que de verdad de ayude− no tuve otra alternativa que ignorar el hecho que me haya llamado por mi raza de forma despectiva y contenerme para poder tener buena labia.
–Me había perdido en el monte cuando encontré una casa carbonizada, por lo que vi si alguien estaba bien allí dentro, pero no fue así, solo encontré a un asesino que me estuvo persiguiendo hasta aquí− no tenía otra opción que decirle que era un malandro, si mencionaba que parecía un cadáver me agarraría por loco o ladrón.
El me miro sorprendido y al mismo tiempo parecía alegrarse de ello, tomo una bolsa grande y me dijo –Pues deja que me encargue de eso, toma mi carretón, si lo llevas hasta la fosa común te darán bastante dinero por los cuerpos carbonizados que llevo atrás, yo voy a ver si puedo atrapar a tu amigo−.
No me dijo nada más, escribió una carta me la dio y conduce el carretón con lo que me fui a la ciudad mientras ambos caballos relinchaban. Allá me recibieron hostilmente hasta que vieron que tenía una carta que me hacía dueño de la carreta y sus caballos, además que había gente por allí que mencionaron que yo trabajaba enviando mercancía o periódicos alrededor de los pueblos de la sabana. Me fui olvidando de esa fatídica noche, no pude sino recordar como eso me perseguía, y para colmo me habían dado el trabajo del hombre que conocí aquella noche, recoger los cuerpos de la gente que había sido afectada por el “Spontanea Combustione Hominum” o Combustión Espontanea, terrible epidemia que te había explicado antes, era difícil porque algunas veces incluso no quedaban más que cenizas, pero yo tenía un par de trucos bajo la manga.
Bueno ya que eres alguien que he visto varias veces mientras hago mi trabajo de medio tiempo como mercader, déjame decirte un secreto entre tú y yo –se me acerco para susurrarme− yo practico el Espiritismo, puedo ver mejor que nadie los espantos y animas del llano, eso me ayuda a saber dónde había un cuerpo, si ves una llama de noche sin origen posiblemente sea un alma consumida por la incineración, debes conocerlos como las Bola e’ fuego como parte de los espíritus del Celaje. No importa si me crees a mí o a mis creencias, aunque en realidad llamarles mi “religión” no sería correcto no, es más mi pasatiempo de brujería, con ello me he vuelto un gran cazador de cenizas, tanto que me he vuelto como un Buitre Boracine.
− ¿Que es un Boracine? – interrumpí –hasta ahora estaba bastante identificado con lo que me decías, me parece raro que un llanero tan interesado en el mas allá no conozca hasta el último espanto.
−Vaya− dijo − ¿con que te interesa y no lo repudias?− pregunto con una sonrisa en el rostro.
−Claro, pero debes decirme que es esa vaina−
−Quitaste tú cara de chigüire ¿eh? – mofaba –bueno entonces déjame contarte algo que no dije sobre el hombre que me encontré, él tenía una máscara de pájaro, no era solo oscuridad lo que cubría sus ojos, esa mascara tuvo su inspiración en los Boracine…
…Esos animales son grandes aves que se comen los cadáveres de quienes logran burlar a la muerte y ser Aparatos, animas que tienen un cuerpo completo, y se los devoran dejando solo los huesos negros. ¿Te habrás dado cuenta no? Así fue como descubrimos el combustible que usamos en los vehículos que nos llevan de un lugar a otro, empezamos a usar las máscaras para evitar infecciones por los cadáveres podridos diseñadas, como te mencione, a la imagen de esas criaturas que nunca son vistas por los vivos, de echo lo que sabemos es por testimonio de aquellas personas moribundas que días después de hablar de esos buitres aparecían muertos.
De hecho eso me recuerda que una vez encontré a una persona que había sobrevivido a la combustión, su cuerpo se había secado para contener la incineración interna, por lo que parecía un saco. Me le acerque para ver si podía encontrar algo para que los médicos para los que yo trabajo, alguna información para que la Corte de los Siervos del Santo, más conocidos como el Ministerio de Medicina pudieran conseguir una forma de prevenir la combustión.
Pero cuando me le acerque fue como con lo que había salido del árbol, esta vez hablaba nuestro idioma y no lo que fuera que hubiera dicho el anterior, pero al escucharlo decía –Estoy sediento− pero no parecía querer agua, tenía mucha en donde vivía, por lo que entendí que quería sangre como el anterior, para ver si era verdad llame a una rata con una flauta que yo tenía y se la arroje; el chupo su sangre y recupero un poco el habla diciendo −ayúdame− y salió corriendo casi agarrándome, puse en mi memoria su chaleco gris para no vérmelas con el cuándo saliera de la casa.
Al día siguiente seguía con mi trabajo rutinario, recolectaba cenizas y partes de cuerpos carbonizados, también vendía algunos productos que compraba a algunos amigos míos que me ayudaban, ya que el sueldo no es muy bueno que digamos. Pero no fue hasta que encontré una chaqueta gris bañada en polvo negro puesta en un esqueleto cubierto con plumas del tamaño de mi antebrazo que supe, que los buitres estaban relacionados, el vio al Boracine cuando recupero algo de sangre y salió corriendo en auxilio. Por ello sé que ahora debemos tener cuidado con quienes hayan visto los buitres, porque no hubo nunca nadie que sobreviviera a ellos luego de contarlo.
− ¿Y qué tal si yo he visto uno? – dije.
−No podría creerlo, además significaría que ahora deberías morir estas herido?−
−No, solo estuve presente mientras trabajaba, digamos que si soy un llanero que conoce el ganado de la sabana…−
−Entonces eres observador, te envidio, apenas soy lo suficientemente observador para ver a las Bola e’ fuego y los Entierros, hasta les e sacado tesoros a esos entierros− dijo con orgullo –pero no he encontrado a un Aparato como por ejemplo El Terrateniente, supongo que lo habrás visto tú, que pasas por esa casa para robarle sus mangos−
−Digamos que si−
−Y si por alguna razón, digamos…− me miro con cautela –…tú fueras al que llaman Terrateniente−
− ¿Habría algún problema? – pregunte.
−No, no lo habría sino por el contrario− dijo con la misma alegría que demostró dentro del bar –Ahora sé que en realidad era un rumor, eres una persona que puede ver el mas allá como yo, porque en realidad yo si he visto a esos desgraciados, mientras se comían a mi padre−
−Es muy elegante el traje que heredaste, deberías tratarlo mejor− dije mirando su vestimenta muy rasgada y maltratada para lo bien que se veía el trabajo.
Se echó a reír −Pero si te dije que soy tan aguevoniado que ni el diablo−
−Bueno ya llega el toque de animas por lo que veo, tengo que irme a mi hacienda o no me parare mañana a trabajar− dije.
−Y un carretero también debería trabajar desde temprano, porque gente como tu termina dejando los restos de los que ve morir en pleno campo− dijo mientras yo recordaba algo –pero no te preocupes, ahora es legal matar por defensa propia desde que los atracos se hicieron cotidianos, solo búscame si tienes problemas con algún muerto, sea un cadáver o un espanto, me gustaría contarte más y escuchar que tiene que decir alguien como tú−
−Igualmente, pero no vuelvas a robarme los mangos, sé que fuiste tú, te perdonare por lo de los cadáveres− y nos echamos una risa y luego tomamos lo que quedaba de caña.
Así termino una noche más en la Gran Sabana, en una taberna de un pueblo ranchero normal, de un mundo en donde todo lo que es normal es aquello de lo que la gente que vive en el centro de la capital considera una fantasía, una leyenda.