El Terrateniente
Capitulo 1 "El hombre del traje blanco"
Se tiene en cuenta que los
llaneros defienden su tierra como si se tratara de su propio cuerpo, y la
leyenda de la Hacienda Matalinda es la mayor representación de ello, cuentan
que quien se le acerque desaparecerá y nunca volverá a ser visto, según comentarios,
las personas que escaparon de la hacienda solo fueron acompañantes de las
víctimas, vieron como perdían a sus amigos. Durante mucho tiempo la leyenda del
espanto agricultor se extendió por todas las tierras, desde la capital de Gran
Sierra, hasta las Dunas, Nevada de Águilas, la tribu de Hakuos y principalmente
a la Gran Sabana. Aun se tiene la creencia de quienes desaparecieron en aquella
hacienda, nunca vuelven a ser iguales al sobrevivir y se convierten en esclavos
de José, el Terrateniente.
Esa historia aparece en el
periódico del Malanguis, a pesar del miedo que causa la hacienda hay un
carretero que trae los periódicos al buzón de la hacienda, parece una persona
bastante agradable a pesar de ser un Cereton, duendes que consideramos personas
de clase baja con una fama de ser extremadamente mujeriegos.
Has notado que esto está escrito
como si alguien lo hubiera escrito ¿verdad? Bueno déjame decirte que se trata
de ni más ni menos que el Terrateniente, soy el llanero que usa un machete, un
hacha y otras herramientas para torturar a sus esclavos, que nunca son vistos
por que siempre están bajo tierra, y solo salen en las noches ocultas para
trabajar la tierra…
Pura habladera de paja, la gente
no me conoce en realidad, mejor que sea así, esas leyendas sobre mi hacen que
los federales nunca vengan a revisar este lugar y empezar a molestarme. La vida
en una tierra fértil de la Gran Sabana es preciosa, los arboles dorados hacen
que menas de oro caigan cada primavera, las grandes aves tricolor crean
arcoíris en el cielo, siempre está bien despertar con un cantar de gallos y
sentarse a oír el silbido de las aves o esperar que pase un grupo de música
llanera en una carreta, animando al corazón, serán melosas pero es agradable
para empezar el día.
Paso los días trabajando la
tierra solo, con poco ganado y una vieja amiga, seguro es raro para los habitantes
de alguna capital como tú, pero desde que se fundó la Nueva Colonización se
tienen registros de que los animales tienen la capacidad de hablar, solo los
que trajeron de la Gran Colonización perdieron la labia, no se tienen recuerdos
de ese lugar, incluso se perdió el nombre original de esas tierras. Es normal
ver los animales de gran tamaño en contraste de nuestro ganado aún más pequeño,
se dice que los animales crecieron aquí gracias a la gran vegetación del centro
del continente, es triste no poder trabajar con esos animales aun, no he tomado
la iniciativa para ello.
A pesar de que hay gran cantidad
de cosas que no puedo tener, igual prefiero que sea así, me encanta la belleza
del misterio, tal vez por eso me emociona que este entre las leyendas como el
Mandador. Pero sigo prefiriendo vivir tranquilo en mi campo, hablando con una
vaca, que se quedó con las dos patas delanteras rotas y camina como humana, es
muy sabia, parece haber vivido muchas aventuras hasta que termino aquí.
Hoy por ejemplo pase el día
trabajando la tierra, siempre doy de mi para trabajar la tierra y cuidar los
Araguaneys, los arboles dorados y uno que otro Samán que es un árbol gigante
bastante bonito, de ellos siempre se ven las aves coloridas saliendo al cielo,
haciendo un arcoíris sobre mi bello campo. Cuando termino las tareas voy a
descansar y leer el periódico Malanguis, la política y las comiquitas no tienen
diferencia, la comparación se me revela cuando hablo con Becerra, le gusta ese
nombre, ella dice que maldecir a la gente les garantiza la vida eterna como
almas vengativas y además le hace sentir más joven. Si no tengo nada que hacer
hablo con Becerra, hoy en particular la encontré de buen humor sentada en la
mecedora, enfrente de una cerca que dividía el llano de mis cultivos, en pleno
mediodía.
−Con que estuviste trabajando
hasta tarde ¿eh? No te gusta Muuuucho ser una pereza− decía la vaca con tono
sereno, era una voz tranquila aunque su forma animal confundía.
−E estado todo este tiempo viendo
los árboles y la fauna, logro ver la belleza del monte, del pia’so e’ árbol…−
−Pero solo ves lo que te
pertenece y lo ajeno apenas lo conoces−
−No quiero nada ajeno, eso es
envidia−
−Yo veo tus campos, no por
envidia, sino por admiración, y los campos no son tuyos, ellos viven y respiran
como tú, no son solo terrenos−.
−Eso que me dices no me cuadra…−
−Tu heredaste esta hacienda, una
estructura hermosa con aspecto colonial, con techo de arcilla, paredes de
cemento con cerámicas que decoran sus bordes inferiores, con pilares de madera,
con cerámica aún más trabajada en todo el suelo de la vivienda… Entre otros
detalles que tiene esa hermosa casa…−
−No veo mucho mi quinta…−
−Por qué solo aprecias lo que es
fácil de admirar, solo te enamoras de las bellezas que tienes cerca y no tienes
miedo de envidiar, no ves la belleza en todo, porque solo ves la belleza de un
árbol y sus habitantes, siendo que en realidad estas envidiando la casa decorada
de una madera hermosa y flores que hacen un techo de oro−
−Un día al menos aprecia el
intento mío de ser buen tipo−
−Te esfuerzas tanto en ser buen
tipo, que olvidas quien eres, sobre todo si tu único pecado es un pasado de
mujeriego−
− ¡A los catorce años tanta echadera
de broma es un logro!− decía el riéndose, como burlándome de mí mismo.
−Pero no ha pasado mucho desde
que eras ese chamo, apenas tienes veinte−
− ¡Y sigo siendo un carajito!−
exclame con sonrisa jovial.
−Y sigues sin visitar otro lugar,
de eso quería hablarte… No puedes auto-sustentarte por siempre Juan José…−
−Mejor vivir solo contigo
Becerra, que andar con los que viven en la ciudad, su propio periódico me lo
dijo todo…−
− ¿Qué has leído? –
−Espérate hay…− busque
rápidamente el periódico en mi casa y le señale el título de primera plana −
¿ves? Dice: Hoy se divide la Nueva Colonización en Celeste y en Piélago− me
estaba frustrando al decirlo.
−Siempre habían disputas entre
los políticos de Gran Sierra la capital de Piélago, nuestra región y los de la
ciudad de Colofón de la región de Celeste, ahora son países autónomos según el
periódico−
−Es estúpido, hay miles de
ejemplos que te puedo dar, pero no quiero pudrirte el coco−
−Mi mente está llena de mierda,
no te preocupes… Pero escúchame, si tú no eres como un espanto, porque ellos
deben ser como sus políticos− al decir eso se alejó sin más, le encanta leer
los periódicos, ella misma los recibe cuando caen cerca de la hacienda o están
en el buzón, ella sabe mejor que yo como son los humanos.
Dure bastante tiempo pensando lo
que me decía, veía al sol como si fuera más rápido que el, tenía que ver cómo
era el mundo por mis propios ojos, recordé la hora en la que el Cereton aparece
entregando el periódico y fui a sentarme a esperarle, cuando llego el me
recibió con apatía, aunque no con desagrado, estaba pendiente de una lista que
tenía en la mano y una caja que parece tener dinero. Le pedí subirme a su
carreta, él era un Cereton, una especie de Duende, se les conoce por ser
mujeriegos y usar sus embrujos para parecerse a hombres apuestos, ya que no
tienen hembras; el carretero no quiso que me subiera a la carreta, así que
intente convencerle.
−Pana por favor déjame subir,
tengo que hacer diligencias−
−Nada que ver, si me pongo a
ayudar a cualquier extraño el Patricio se enojara conmigo−
−¿Qué es un patricio? – pregunte.
−Es el dueño de los esclavos como
yo ¿no te enseñaron nada acerca de historia? –
−Apenas se sobre lo que aparece
en el periódico Malanguis…−
−Bueno, por ignorante te ayudare
diciendo que desde que se fundó la Nueva Colonia se firmó un tratado con los nativos
Hakuos y dejaron de esclavizarlos para esclavizar duendes y otras criaturas que
habitaron con los nativos. Así que por ende, tengo que irme− al terminar su
última palabra, arregla la carreta y los caballos están listos para empujar la
carreta y seguir su rumbo.
−Al menos dime como llegar a la
ciudad más cercana− le pedí mientras él contaba su mercancía.
−Bueno, puedo darte la cola hasta
la próxima parada, allí encontraras una carreta publica, ella te traerá hasta
la ciudad comercial más cercana, pero sigo desconfiando de ti, iras atrás con
mis corotos− Me parecía bien, aunque no tanto el hecho de estar rodeado de un
montón de utensilios de cocina.
Subí apenas, el par de animales
arrancaron sin esperar que me acomode, se veía la Gran Sabana de color
amarillento, mi terreno se veía precioso desde la lejanía, podía observar los
campos bien trabajados con cultivos de maíz, plátano, guayaba y otros frutos de
mis trabajos, no tengo ganado, los grandes buitres se llevan a los animales
siempre y Becerra siempre dice –No gastes pólvora en zamuros− pero hacerle caso
es difícil. Al perder de vista la última forma reconocible de mi rancho, el carretón
se paró y me dejo en medio de la nada con apenas una silla ancha con un techo
encima hecho de concreto y arcilla que lo cubría en remplazo de la cerámica.
En la parada no había nadie, estaba
solo viendo hacia la lejanía del camino que se pierde en el horizonte, hasta
que vi la sombra a lo lejos de una carroza que no se movía con caballos,
expulsaba humo detestable, era idéntico a una carroza pero con el conductor
usando un aro envés de un látigo. Al pararse enfrente mío logre ver el nombre
de Candela y bajo del tenía el nombre de Gran Sierra, llegando se abrió una
puerta que me dejo ver al conductor, un compañero suyo estiraba la mano hacia
mí, yo ignorante no sabía que quería de mí.
−Disculpe, ¿tiene pasaje? –pregunto
el hombre, tenía un sombrero grandísimo y negro que estaba atado a su barbilla, una chaqueta y zapatos del mismo
color.
− ¿Quiere plata? – le pregunte.
−Si no tiene cobre, plata ni real
no podrá subir, disculpe− dijo mientras entrecerraba la puerta.
−No tengo nada de eso, solo tengo
algunos frutos que llevo siempre cuando me da hambre− cogió un tamarindo y se
lo empezó a comer.
−Bueno, puede darnos un poco a
cambio, de todas formas no cobramos mucho− Entonces subí a esa cosa, cuando
pregunte me dijeron que se llamaba camioneta.
Era muy estrecho el pasillo que
separaba a las personas, había desde campesinos y llaneros como yo, hasta
aparentes burgueses hablando entre sí, durmiendo o viendo al horizonte como si
esas tierras fueran una bella pintura. Como los burgueses veían al horizonte me
hizo sentir empatía con ellos, así que trate de hablar con uno de ellos, pero
no querían hablar conmigo, intente varias veces hasta que encontré a alguien
burgués que, mejor que nadie allí, parecía admirar los llanos.
−Es chévere ver el horizonte
¿no?− dijo con un tono de voz bastante formal y tenía un liquiliqui blanco, a
diferencia de mi traje que está sucio y destrozado.
−Sí, es hermosa la Gran Sabana,
tiene también grandes misterios−
−Recuerdo los viejos tiempos, era
hermoso trabajar la tierra−
− ¿Usted era un campesino? –
−Claro, era bastante pobre y no
tenía mucho dinero−
−Ahora parece bañado en plata−
−Cierto, podría decir que es
gracias a los celos−
− ¿Cómo así? –
−Siempre envidie a los
empresarios de Gran Sierra, la ciudad del fósil, tenían de todo allá y ahora
tengo lo mismo que ellos, incluso les hablo con normalidad− sonrió un momento
alzando la mirada al cielo azul –pero al ir allá descubrí, todo lo que había
perdido−.
− ¿Te refieres a la belleza del
llano? –
−No solo a eso, a sus leyendas, a
la música del llano y el no saber la verdad−
− ¿Qué verdad? – pregunte
interesado.
− ¿Quieres saber cómo funcionan
estas máquinas? –
−Claro, se lo iba a preguntar,
¡pana usted es adivino! –
−No, solo fui como tú, un
terrateniente campesino, lo sé solo con verle− metió la mano en su bolsillo y
de allí saco un hueso negro.
− ¿Eso es un hueso de ganado? –
−Así es, veras los huesos negros
son el combustible e este vehículo, usa algo llamado combustión interna,
descubrimos que a diferencia de los registros del viejo mundo aquí nos
descomponemos muy rápidamente, tanto que incluso nos volvemos fósiles, un
combustible muy potente y que debemos el descubrimiento al tipo que confundió
un hueso con carbón−.
−Es algo interesante−
−Lo es, eso le dio a nosotros los
campesinos mucho trabajo, el ganado se podía usar también para crear ese
material tan importante, incluso hay vendedores de huesos por casi todas
partes, el problema es que hacer que algo muera en este mundo es muy difícil si
no sabes dónde golpear−
− ¿Te refieres a matar ganado? Lo
sé, deje de trabajar con ello porque mis cerdos corrían sin cabeza todo el día
y se perdían en el llano para siempre, varias veces me encontré con personas
heridas gravemente que lograban sobrevivir con hemorragias constantes−
− ¿Sabes que es lo que les pasa a
quienes mueren? –
−No empieces a hablar paja sobre
leyendas−
−Perdóname entonces hermano del
campo, déjame hablarte de las animas, almas en pena de quienes van al
inframundo, cuando mueres aquí no llegas allá tan fácilmente, fuimos bendecidos
con una vida sana hasta los cien años, los animales no tienen límite de edad,
porque ellos no tienen los siete pecados al mismo tiempo, la gente al morir se
vuelven cadáveres vivientes o espantos y se dice que desaparecen al día
siguiente, sino se vuelven corpo-secos bebedores de sangre humana, unos muertos
vivientes que al beber suficiente sangre recuperan el conocimiento y se
suicidan o algo peor…− Al terminar su discurso se inició un silencio entre
nosotros.
En un momento el que ayudaba a
nuestro conductor estaba pasando por los asientos pidiendo el pasaje, mi
compañero pago el suyo y el mío estaba pagado, mientras entraba por la puerta
del vehículo un señor desarreglado que se paró con un bolso grandísimo, empezó
a sacar bocadillos de guayaba, los reconocí apenas con el olor, al acercarse empezó
a gritar con algo de lirica en sus versos –Vendo bocadillos de plátano, Guayana
y dulces de coco, tres por solo un poco de plata− algunas personas le compraron
dulces y luego apareció otro vendedor que pedía lo mismo, cuando se encontró
con el otro empezaron a discutir sobre a quién le tocaba esa camioneta.
Hubo una pelea entre ambos
hombres, igual de desagradables sus atuendos, parecida su forma de expresarse,
misma ignorancia inspiraban sus gestos y modismos. No paso mucho antes de que
uno sacara al otro a patadas, alguien los convenció para que se quedaran
tranquilos mientras íbamos pasando por una parada, en ella se bajaron muchas
personas incluyendo al vendedor de dulces que llego primero, al bajar todos
esta lata de sardinas se puso a andar nuevamente. Un parpadeo fue lo único que
faltaba para que no te dieras cuenta que el hombre había sacado un trabuco de
mano, con arma en mano amenazo al conductor, pero no lo hizo a los golpes, lo
hizo con calma y posteriormente paso al lado de cada pasajero, como lo había
hecho el ayudante del conductor, ahora aterrorizado y pagándole al asaltante
con lo que habían ganado hoy.
Cuando paso por nuestro puesto,
no tuve de otra que buscar un hueso de ganado que yo tenía de ornamento bajo mi
traje, el tipo parecía satisfecho, entonces se fijó en mi compañero, quien le
dio un real, algo con lo que según se pueden comprar hasta propiedades
pequeñas, pero el hombre no estaba satisfecho, quería más por lo que su mirada
expresaba así que mi amigo le dio un reloj de oro y luego agrego –No tengo
más…− el hombre molesto se fue, buscando a alguien más para que le dieran plata
y pertenencias.
Luego de llevarse cuanto pudo el
hombre se salió del vehículo en la siguiente parada, mientras se iba rayaba con
una navaja la pared del autobús como para causar miedo, en ese momento el
hombre del traje ajustado que había perdido un real y un reloj me susurro
–Gracias a la Santa Salvadora que en este mundo haya gente tan buena− dijo
animado –muy pocas veces esa clase de gente no recurre a la violencia−.
Llegamos sin menor contratiempo a
Candela, el anfitrión de la carroza sin caballos se veía bastante desanimado,
le ofrecí uno de los huesos que yo poseía a ver si podía recuperar algo de lo
que había perdido, pero no falto mucho antes de que agregara –con esto no me
alcanza ni para las arepas, es muy barato – me fui sin más que decirme a mí
mismo –puto desagradecido−.
Salir de esa puerta era como la
diferencia entre un campo abierto y un horno de leña, el aire del lugar estaba
tan sucio que un fogón prendido dentro de una casa sin ventanas calentando
ganado piche o descompuesto, era muy molesto para mí, estaba a punto de
desmayarme. En la confusión perdí al burgués que me había acompañado, fui a
buscarlo por la ciudad para al menos despedirme de tan buena gente, pero nunca
lo volví a encontrar entre tanta gente caminando por algo que le llamaban el
Muelle Terrenal, por lo que podía oír entre la conversación conjunta de la
multitud que seguía caminando bajo el sol que ardía como si fueran llamas
invertidas envés que una luz protectora.
Caminando por la ciudad vi toda
clase de buhoneros que estaban vendiendo sus mercancías, me interese mucho en
comprar pescado, sal o coco de los agricultores que trabajaban en las costas
del norte, pero me limite a observar por falta de plata, no tuve mucho más que
hacer que irme a un extremo de la ciudad donde se podían ver los grandes
flamencos blancos sobre un hermoso rio vagamente contaminado con algún que otro
papel, podía ver un gran samán a lo lejos y una especie de puente sobre toda la
escena que estaba en construcción, a pesar de todo no quise seguir observando
tal monumento, aun miraba al gran árbol, a los flamencos blancos y al rio que
se movía tranquilamente empujando la basura que la ciudad de echaba.
No paso mucho tiempo antes que
viera un anuncio de alguien buscando agricultores, decía que darían mucha plata
así que fui a averiguar sobre el asunto, tuve que preguntar a varias personas
acerca de la ubicación del edificio, hasta que di con una estructura bastante
detallada y sin techo hecho de arcilla, sino que tenía un placa fina de algún
material que no era capaz de reconocer. Al entrar fui recibido por un hombre
bastante apático, que no me dejo hablarle lo suficiente,, al entrar logre
reconocer a varias personas de distintas etnias esperando a ser atendidas,
desde un misterioso Sombrerón de Celeste, hasta un duende Mommoy reclamando que
estén explotando los recursos de su tierra, además de ello estaba algún que
otro Cereton buscando pareja o un campesino como yo esperando poder ganar algo
de plata.
Me mantuve esperando sentado mientras
esperaba a que pasase cada persona, entonces paso el Sombrerón quien decía –soy
un granjero de gran habilidad, puedo administrar a los esclavos como un líder
guerrero que ha mandado y ganado cientos de pleitos, soy bastante joven y
quería poder trabajar para el Consejo de Suministros– mientras el entrevistador
estaba observándole, luego de una examinación a su persona pregunto –usted es
un Sombrerón ¿sabe? Ustedes tienen la fama de no ser más que espantos, no
queremos mala fama en nuestra organización– entonces el pobre hombrecillo que
llevaba un gran sombrero se fue caminando lentamente.
Y así seguíamos esperando, nadie
era aceptado, le decía al Cereton que no querían problemas con mujeriegos, al
campesino que no era lo suficientemente eficiente y al burgués muy flojo, pero
la cola seguía muy larga. Decidí irme del lugar y regresar a casa, mientras me
iba me encontré con el Sombrerón que habían rechazado, quien se me acerco
diciéndome – ¿Por qué te fuiste antes de que te preguntaran? Tal vez pudiste haber
quedado allí– a lo que le respondí –si me quedó esperando más tiempo será menos
lo que produzca como agricultor, ser de la tierra no es esperar con un idiota a
que alguien te acepte como tal, es trabajar como lo harían muchos granjeros–
seguido me fui con una sonrisa.
Me quede pensando acerca de lo
que la vaca me quería enseñar, hasta que me di cuenta, de que solo quería
sacarme de la hacienda, ella siempre habla con anécdotas, pero aun así esto me
sirvió como una forma de ver el mundo, posiblemente regrese a vender mercancía
para tener el dinero suficiente para pagarle a alguien que sepa cultivar matas
de coco y así plantarlas con normalidad. Fui camino a casa en el atardecer,
aprecie como nunca la belleza de la ciudad a pesar de estar contaminada de humo,
basura y mugre de aparatos mecánicos, podían verse las aves en el cielo y los
arboles rodeando la ciudad que a su alrededor también era cubierta por una
variada cantidad de monte verde y vivo.
Fui a pie hasta mi hogar, me sabia de cabo a rabo el camino, pero en el mismo
me encontré con el hombre del liquiliqui montado en un caballo de color negro,
que contrastaba con el hombre de blanca vestimenta.
–A pasado un tiempo– decía
mientras se arreglaba las mangas – ¿Qué te ha parecido la ciudad de Candela? –
–Bastante movida y calurosa como
era de esperar–
–Espero haya sido de tu agrado,
ahora déjame darte la cola hasta la parada en la que llegaste ¿te parece? –
–Claro, de todas formas es mejor
que caminar con la barriga vacía–
Entonces me subí a la silla de
montar, había espacio para ambos, y echo a correr al animal, los cascos de la
bestia sonaban como rocas cayendo en la tierra una tras otra, sin detenerse y
con un ritmo parecido a los latidos del corazón. Sobre el recio vehículo
viviente podía observar al sol caerse poco a poco mientras empezaban a salir
las bolas de fuego de la tierra, cosa que me dio un tema de conversación –La
bola e’ fuego, un espíritu en pena que no ha alcanzado la paz, ¿es hermosa la
expectativa a verlas cada noche cuando salimos al llano no te parece? –
pregunte.
–En verdad que lo es– respondió
–pero no hay que ver un espectáculo en quienes sufren–.
–No te sientas así, que
posiblemente esto se trate de algún fenómeno extraño que no tenga nada que ver
con el inframundo–
–Ya te lo dije, las leyendas son
reales, solo son tan increíbles que la gente piensa que algo así no puede
existir– expreso con determinación.
–Lo sé, vivo con una vaca que
habla, pero no creo poder ver tantas cosas hermosas viviendo en la hacienda–
–Entonces vuélvete buhonero y
viaja por el mundo–
–Eso sería una vaina loca– dije
sonriendo.
–Más que eso, podrías hacer lo
que yo no pude hacer en mi vida, poder ver lo que la gente de Candela ni de
Gran Sierra se atreven a ver por miedo–
–Créeme que no soy de hierro, ni
tu tampoco–
–No, pero espero que lo sea
alguno de nosotros dos algún día– dijo esperanzado.
Al lograr ver la parada me puse a
pensar en cómo me despediría de este nuevo amigo, un hombre de personalidad
chévere y tranquila como Becerra pero que le encanta hablar de leyendas y mitos
y no de filosofías de vida. Llegando a la parada le invite a seguirme a mi
hogar, fuimos y le conté sobre cómo era cada colina, cada árbol, cada campo y
cada animal que estaba en los límites de la hacienda. Llegando a la propiedad logro
ver un mandador que usa para trabajar,
dentro tiene un machete, un hacha y un fusil viejo para el ganado, el resto de
herramientas las use hoy para trabajar la tierra y se las deje a Becerra, puse
a la bolsa en mi espalda encaminándome con el burgués a mi hogar.
En pleno camino se nos
aparecieron unos jinetes que nos rodearon, al verles reconocí al hombre que nos
había asaltado en la camioneta, tenía el arma entre sus manos y junto a sus
compañeros nos apuntó con el arma.
–Ya se sobre quien eres campesino
de mierda, te vestiste como un piaso de mendigo y te juntaste con este chigüire
a hablar de negocios– dijo agresivamente.
–Vamos saca toda la plata y los
papales– agrego su compañero.
Era una sorpresa para mí estar en
esta situación, estaba disgustado y al mismo tiempo paralizado por una fuerza
sobrenatural, algo demasiado fuerte que recorría mis venas, posiblemente eso se
le llame miedo, pero no es así, no le tengo miedo a nada que respire como yo, en
realidad creo que me contagie del aire de esa ciudad, ese aire carente de vida.
Pero mi amigo del liquiliqui se
les acerco y les hizo frente a pesar de la desventaja, cuando se les acerco les
dijo –olvídense de eso, si siguen robando al mismo árbol no tendrán más que las
ramas tiernas– los dos asaltantes le entraron a golpes inmediatamente,
dejándolo tirado en el suelo y recibiendo constantemente coñazos, en ese momento saque mi machete y mi hacha, a
lo que ellos reaccionaron apuntándome con sus armas. Ese momento era como
cuando me encontré hace mucho tiempo con un puma, mi padre me había enseñado a
matar a los animales rápidamente y a esquivar sus ataques, me sentí como
aquella vez, cuando murió mi padre y conseguí ser el terrateniente de las
hectáreas que rodean la hacienda Matalinda.
El disparo, dándole en el pecho
al hombre del traje blanco, volviendo carmesí al hermoso traje y dejando a mi
tierra sucia con la sangre de un buen amigo. Trate de tranquilizarme, sin éxito
y me lance hacia esos malandros hiriéndolos gravemente, le corte por el hombro
al que tenía el trabuco y con el hacha le fracture la pierna al otro, fui lo
suficientemente caimán con ellos que los deje vivir arrastrándose hacia el
vacío de la noche que recién caía como una lluvia repentina ante nosotros.
Mi amigo estaba ensangrentado y malherido,
entonces me le acerque para ayudarle, pero él me susurro al oído –déjame irme
caminando por la Gran Sabana– y miro al horizonte agregando –mira, ya puedo ver
a quienes han muerto en estos paramos, las bolas de fuego, animas en pena que
iluminan los campos, mira los caballos del diablo que han aparecido a estas
horas, los espantos que caminan entre nosotros– pero yo solo podía ver las
esferas de luz y los caballos en llamas.
– ¿Dónde están los espantos? –
pregunte.
–Solo hay tres en este momento, uno
te habla y otros se arrastran a la distancia–
En ese momento se ven a lo lejos
los dos malandros arrastrándose cuando de repente, cae una sombra gigante del
cielo, es un zamuro que venía a comerse la carne podrida de esa gente, en este
mundo ese animal es extremadamente grande, pero no lo suficiente como para
darles a los dos hombres una muerte lo suficientemente rápida sino que, en
cambio con un pico más grande que el cráneo le arrancaban las tripas poco a
poco de abajo hasta arriba.
–Como te dije, nosotros estamos
malditos con la bendición de una vida muy sana, pero estamos condenados a
ayudar a otras especies a crecer a costa de nuestra carne–
– ¿No puedes esconderte? –
–Me volveré un corpo-seco, para
evitar todo el rollo de ser un monstruo, prefiero caminar por el llano,
acompañado de mis compañeros, a quienes salve de la fauna salvaje solo para que
me dijeran lo mismo que ahora te digo a ti mi amigo– dijo con la cara triste
–ahora déjame pedirte perdón por ser parte de quienes mataron a tu padre– me quede
en blanco –pero no te preocupes, moriré tranquilamente como lo hizo tu recuerdo
de el–.
Entonces el hombre se perdió al
horizonte, nunca supe su nombre, entonces regrese a mi hogar con todos los
cultivos tan cuidados como los deje al irme al pueblo, vi a mi amiga la Becerra
y cuando me le acerque me dijo –No has aprendido nada–
–Nunca lograre comprenderte– le
respondí.
–Es que, acabaste con la vida de
dos hombres–
–Tenía que hacerlo, tenía que
dejar de ser como los del pueblo–
–Ellos son así no solo por pereza
y miedo, lo son porque si intentan resolver las cosas como tú lo has hecho, su
mundo se llenara de violencia. Pero igual te voy a perdonar– dijo –así te
enseño a ser mejor hombre mañana y te mando de nuevo a que veas el pueblo–.
– ¿Para que querías enviarme allá
de todas formas? –
–Para que veas que allá hay algo
más que esta tierra que pierde la belleza en la noche, quiero que viajes por el
mundo de alguna manera para que puedas cumplir tu sueño–
– ¿Qué sueño? –pregunte.
–Hace tiempo me dijiste: Quiero
ser tan sabio como tú–.